a principios del siglo XIX, en la Europa
occidental, comenzaba a difundirse la práctica de meter la ropa en una
caja de madera y hacer girar ésta con una manivela. Madres e hijas se
turnaban, hora tras hora, para accionar la manivela.
Las primeras lavadoras accionadas a mano trataron de aplicar el mismo principio incorporando un dispositivo semejante a un taburete invertido
que encajaba en un depósito y presionaba la ropa, escurriendo el agua
y permitiendo después que volviera a entrar más.
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